Vivir solo cuesta vida

Vivir solo cuesta vida

Don Juan era el caso social típico de nuestro sistema hospitalario, paciente de 3era edad que por vicisitudes de la vida terminó secuelado y postrado en una sala al fondo del pasillo del piso 6 en un ex hospital militar donde compartía espacio (porque el "estar" es conversable) con tres pacientes en igualdad de contextos. Esa era la sala más fácil, el interno que caía ahí se aseguraba con menos pega ya que no estaban ahí por algo agudo sino más bien porque las redes del usuario no pudieron recibirlo al alta médica por lo que se alarga una estadía innecesaria. Don Juan ocupaba la cama 3 y ese mes Rodolfo fue el interno de 6to que recibió a don Juan, esos tres meses tenía que sobrevivir trabajando de esclavo para algún Sapiens de "medicina interna" que solo llegaba a firmar y no te dejaba almorzar a cambio de una nota de rotación que es inversamente proporcional a las cantidades de veces que lo vas a huear por algún problema y directamente proporcional a lo buena que te tenga.

De los 4 pacientes en la 512A, por que la 512B era una bodega, don Juan era el más fundamentalista y ortodoxo de los casos sociales para vivenciar su rol de abandonado, ya que era el que no recibía visitas, la familia no brindaba las articulo básicos que se solicitaban en un listado que te lo hacía saber la srta Josefina, la enfermera jefa diurna más joven con cargo de planta, mil cursos y diplomados de gestión y una carrera protocolarmente en ascenso, todos sabían que en algún momento estaría en un puesto poderoso lo que la empapaba de una inmunidad diplomática, nadie tenía/quería problemas con ella. Josefina dentro de su rol asistencial solía hacerse cargo de los "fierros caliente" del servicio, que son las tareas que todos se patean como en este caso es hacerse cargo de una sala de 4 pacientes instrumentalizados con riesgos de infecciones por bacterias multirresistentes propias del circuito, que no comunican, además de todas potenciales complicaciones mortales debemos dejar claro que el esmalte de la carencia y el abandono complica más la pega, por lo que cuando ocurrió la repartija de salas todas las enfermeras más viejas daban por hecho que esa sala sería de la sita Jo. Rodolfo Notaba que Josefina lo pasaba mal con los malabares y el robo hormiga para poder sacar la pega de la 512A, se la topaba constantemente masticando rabia o refunfuñando cosas incomprensibles al momento de tener que realizar algún procedimiento como un aseo, una administración de medicamentos, toma de muestra, etc. Particularmente don Juan era quien más le demandaba ya que no tenía nada.

En el primer mes de rotación Rodolfo no vio a ningún familiar de la 512B-3, solo pudo apreciar deshumanización y complicaciones nosocomiales innecesarias y propias de una larga estadía por "caso social", pero de la familia ni un pañal ni una colonia inglesa que camuflara ese olor tan característico del "viejo solo".

El último día de rotación se acostumbra a realizar una "convivencia" para despedir la pasantía y quizás lograr una que otra décima en la nota a punta de rajarse con perlas para los cerdos torturadores del estudiante que recibían un sueldo por pega que jamás hicieron y donde parte de la pedagogía era que el alumnado la pasara mal, porque obvio se notaba desde el avión que fuera de lo laboral el séquito de bata blanca era infeliz y una forma de amortiguar esa mochila llena de piedras era someter al que te llegaba de esclavo para sentirte vivo. Ese día mientras el Dr. Corvalán se servía los tres canapés de una sola vez vino a golpear la puerta Scarleth, la TENS diurna y con pálida vocifera con voz monótona y discreta de que estaban las hijas de don Juan y que venían a verlo. todos en esa sala que por cierto cumple las reglas clasistas de la pirámide asistencial de que los TENS y auxiliares no participan de estas reuniones porque solo son para los doctores y enfermeras, que por lo cierto no dejan de transmitir esa tensión en el ambiente que nace y se gesta del poder. ¿Quién tiene la razón?, quién sabe más?, ¿quién ha mandado más iatrogenias? Es obvio que un hospital puede andar sin doctores pero jamás sin enfermeras y obvio también que las enfermeras son enfermantes. todos en ese espacio de 6x6 vimos como Josefina creció 5cm, dejó lo que estaba haciendo se puso su credencial y salió de la sala haciendo notar que alguien había abandonado el lugar con Rodolfo atrás siguiéndole  con la intención de algún remate justiciero, esa posibilidad de subirse a la micro no se da siempre.

-¿Usted es familiar de don Juan ?

-Sí, soy Marisol la hija mayor de don Juan

-me presento, soy Josefina la enfermera de don Juan los últimos 6 meses y debo decirle esto-inspira y saca pecho-  Me parece una vergüenza que usted se aparezca recién.

-Yo... -es interrumpida-

-El estado de su padre es miserable, lo que ustedes como familia han cometido es un abandono inhumano, además de ser una carga asistencial tremenda, generando gastos innecesarios para el sistema que se pagan con mi dinero y el de todos los que estamos acá

-Señorita... -es silenciada-

-Su padre NO: tiene pañales, ropa, artículos de aseo, calcetines ¡señora!... Su padre pasó frío y la verdad es que hambre no, solamente porque la alimentación la damos acá, si dependiera de ustedes ni eso hubiese tenido.

-Es que yo no vengo a ver a cómo está mi padre...

-a que se refiere?

-Yo vengo a ver cómo muere.

-le juro que no entiendo nada 

-No hay nada que entender señorita, don Juan, mi padre abusó de mí desde los 4 a los 15 años, tiempo en el cual también abusó de mi dos hermanas que están allí en la mampara. nosotros no somos una familia de paseo por su servicio, solo 3 mujeres con la vida destrozada y con ganas de agonía, un trozo de justicia con nosotras mismas que creemos, a estas alturas de la vida algo imprescindible. Y yo también soy enfermera y aprovecho de recordar que el hecho de tener las uñas pintadas mientras realiza la noble enfermería aumenta las infección por agentes  multirresistentes propio de los hospitales.

Marisol después de dar por terminada su conversación de forma unilateral se acerca a la sala y al dar con la sala de su padre procede a posicionarse en la entrada, para dar un suspiro y poder empaparse de la sensación de gozo que le causaba la escena: lo que quería ver, la de un hombre sufriendo y solo, con aspecto de miseria que hasta generaba pena y empatía. Pero Marisol entró blindada, sabía de antemano que no había espacio para la pena, que no podía darse el lujo de transitar esa vereda, estaba frente del que le arruinó la vida, se sintió del otro lado de la pistola por primera vez en su vida!, respiró profundamente y se marchó sin dar vuelta atrás. Antes de cruzar la mampara para anunciarles a sus hermanas que todo estaba como debía estar, que la factura se estaba cobrando, Marisol no dudó en desviarse del pasillo que conducía a la salida y para decirle con un volumen moderado pero con una claridad enceguecedora a Josefina: 

-vivir solo cuesta vida



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